“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna”. (Juan 3:16)
Semana Santa: un llamado a la reconciliación con Dios

Semana Santa: un llamado a la reconciliación con Dios—. La Semana Santa nos invita a detenernos y reflexionar sobre el sacrificio de nuestro señor Jesucristo. Es un tiempo donde recordamos su inmenso amor manifestado en la cruz. Donde Jesús, asumió el peso de nuestros pecados y errores, para la liberación de nuestras almas.

Como se anuncia en Isaías 53:5: “Él fue traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades; sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas fuimos sanados.”

De manera que, la Semana Santa es ese “tiempo” para recordar su sufrimiento, cuestionar nuestras acciones y valorar la gracia recibida por medio de él. Es algo tan sencillo como que Jesús tomó nuestro lugar en la cruz, y sufrió el castigo que nos correspondía a cada uno de nosotros.

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Así pues, dictaba el apóstol Juan en el capítulo 3 versículo 16.  “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna”

Pues Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre. Solo Él, con un valor inimaginable, soportó en silencio la humillación, los azotes que desgarraban su carne, las burlas a su dignidad. Por no hablar, los escupitajos que mancillaban su rostro y todo el horror que podamos imaginar y mucho más. Si a eso le sumamos además el abuso físico y emocional que sufrió durante su arresto y su crucifixión.

Solo podemos pensar en cuan inexplicable fue su amor, y el de nuestro Padre por nosotros que, aun sabiendo cuál era su destino, decidió guardar silencio y acepto ser condenado por razón nuestra.

En la cruz, Jesús cargó con el peso de nuestros pecados, ofreciendo su vida para vencer el poder de la muerte al resucitar y para darnos acceso a la vida eterna. Por ello, en lo personal lo veo como un llamado a la reconciliación con Dios. Es un tiempo sagrado para reconocer, con humildad y con una inmensa gratitud, que hubo un Cristo, quien fue injustamente condenado por nuestros pecados.

EO// Redacción: Adriana Semprún