En medio de villancicos y regalos, se alza un símbolo cuya existencia nos obliga a una pausa reflexiva: el arbolito de Navidad

El costo silencioso de la Navidad-. Todos sabemos que la Navidad es una época de luces, alegría y unión familiar, una festividad que nos envuelve en una manto de tradición y calidez. Sin embargo, en medio de villancicos y regalos, se alza un símbolo cuya existencia nos obliga a una pausa reflexiva: el arbolito de Navidad.
Al contemplar un pino navideño, solemos olvidar que no es simplemente un objeto decorativo, sino un ser vivo que ha sido brutalmente interrumpido en su desarrollo. Por lo tanto, estos árboles, a menudo jóvenes, son talados precisamente en el momento en que su potencial de crecimiento es más dinámico, cada corte trunca un ciclo vital y complejo que podría haber durado décadas o incluso siglos.
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El pino al ser cortado prematuramente, se le niega la oportunidad de alcanzar su madurez, de fortalecerse y de contribuir a la biodiversidad del ecosistema forestal. Además, el pino, como cualquier otra especie arbórea, es un suministrador crucial de oxígeno y un sumidero de carbono indispensable.
La Navidad no debería ser sinónimo de daño ambiental, ya es momento de reevaluar esta costumbre hacia la luz de la conciencia ecológica. ¿Y cómo lo vamos a hacer? Pues con la creación de árboles simbólicos o decoraciones que celebren la naturaleza sin destruirla, como creaciones con ramas, materiales reciclados, etc.
La esencia de la Navidad es celebrar la vida y qué mejor manera de honrar este espíritu que respetando y protegiendo a los seres que nos brindan el aire que respiramos.
EO// Redacción: Victor Rojas
