Habitualmente el autismo se diagnostica en niños. No obstante, puede que esta condición del neurodesarrollo haya pasado inadvertida durante la infancia y la detección sea en la época adulta.

¿Y si eres autista y no te habías dado cuenta? Cómo detectar el autismo en adultos. No obstante, es importante que recuerdes que, aunque te sientas identificada con algunos de estos rasgos, no necesariamente tienes Trastorno del Espectro Autista (TEA). Si descubres coincidencias, lo mejor será consultar un profesional.

En España, se da un caso de Trastorno del Espectro Autista (TEA) por cada 100 nacimientos. El autismo es una condición del neurodesarrollo, no una enfermedad, sino una forma peculiar o diferente de ver y experimentar el mundo. Si bien está presente desde la primera infancia, que es cuando se suele diagnosticar, y va evolucionando a lo largo de los años, puede pasar desapercibido, y descubrirse de manera tardía.

Como es de imaginar, el diagnóstico de adulto supone un hito importante porque a la vez que alivia la sensación de no pertenencia, de “rareza”, de inadecuación y de soledad, también supone reconocer que se ha sufrido durante tantos años sin saber por qué. No sabremos cómo habría sido la vida de Sara si hubiera sabido antes que formaba parte del espectro, pero, como ella misma dice, el día de su diagnóstico ya no se sintió “rota ni defectuosa”.

¿QUÉ ES EL AUTISMO?
“Imagina por un momento vivir durante anos con la sensacion de que has nacido en el mundo equivocado; en un mundo donde parece que no hay un lugar para ti, en el que te sientes desubicada practicamente siempre”, escribe Sara, y para explicarlo mejor, hace un símil. “Funciono con un sistema operativo diferente al de la mayoria, como si la sociedad se hubiera creado por y para el sistema Android y yo fuera iOS. Las aplicaciones desarrolladas por Android no funcionan en mi sistema, por mucho que yo intente incorporarlas”.

ALGUNOS RASGOS DEL AUTISMO
La Dra. Abigail Huertas, psiquiatra en el Hospital Gregorio Marañón con experiencia y formación en autismo, y miembro de la Junta Directiva de AEPNYA (Asociación Española de Psiquiatría de la Infancia y Adolescencia) señala que los nuevos criterios diagnósticos establecen que en el autismo, “deben estar siempre presentes dificultades en la comunicación o en la interacción social (antes debían ser ambos) y también intereses, movimientos o comportamientos repetitivos o estereotipados”.

Sara era una niña callada, introvertida, observadora, reservada aunque cada vez que estaba en público salía a escena, tratando de ser igual al resto, de pertenecer a un grupo, de encajar, de esconder lo que ella era. Se sentía fuera de lugar y se enfadaba porque mientras veía que todos se desenvolvían bien en momentos aparentemente fáciles como el juego, en el patio o en una fiesta de cumpleaños, a ella le costaba “horrores”.

Era extremadamente exigente consigo misma y le aterraba decepcionar a los demás. “No quería ser un bicho raro y tenía esa meta de ser ‘normal'”, cuenta. “Tenía la sensación de que todo el mundo había nacido con un manual de instrucciones básico e integrado, o con una hoja de ruta que a mí no me habían dado”. Si bien no solía tener rabietas como todos los niños, cuando las tenía, reconoce que “eran intensas, a lo grande, dándolo todo. También dicen que tenía el don de soltar comentarios inoportunos. En mi defensa diré que si lo decía era porque era la verdad, aunque probablemente sin filtros y en el momento más inadecuado”.

De esta forma, Sara describe los rasgos más característicos de las personas con autismo, a los que se suma la hipersensibilidad general. Ella misma recuerda con molestia el comedor del colegio, con todo tipo de olores, bullicio de niños y ruidos de menaje y de mobiliario.A simple vista, de adulta, nadie diría que Sara tiene estos rasgos, pero ya sabemos que la procesión va por dentro. Y el espectro es muy amplio. No hay una única lista de señales.

¿CÓMO PODEMOS DETECTARLO DE ADULTAS?

Estos rasgos pueden ser la cara visible del autismo en adultos. No obstante, también pueden serlo de otra condición o simplemente de un rasgo de personalidad más. Por eso, si bien te contamos aquí algunas pistas, no necesariamente significa que tengas autismo.

Estas son algunas señales que ha atribuido Sara a su condición y las que nos han ido explicando las expertas para nuestra mejor comprensión. “Si estás sufriendo, te sientes desajustada, has pasado por diferentes diagnósticos y no ha llegado a uno claro, puedes planteárselo a tu profesional”, dice Huertas. Pero, recuerda: no todo es autismo y, a veces, ni tan siquiera se acerca.

  • Dificultades en la comunicación o interacción social. Son, junto a los intereses o comportamientos repetitivos, los criterios nucleares del autismo. “Desde no saber hablar hasta utilizar un lenguaje robotizado, muy formal o, incluso, musical. O desde no tener amigos, pero querer tenerlos, o no relacionarse con nadie ni mirar a los ojos, hasta no entender las claves sociales, las bromas, la naturaleza de determinadas relaciones, cuando algo es oportuno o no… No es porque no sean empáticos, sino porque no saben cuándo conviene hacerlo”, dice la psiquiatra.
  • Intereses o movimientos repetitivos. “Con sintomatología leve tienen, a lo mejor, interés por temas singulares y profundizan mucho en ellos, pasan tiempo documentándose y hablando de un tema”. Hacer listas para todo, que esté todo ordenado por colores, saber todo sobre un solo tema….
  • Lenguaje y aprendizaje, superados. “En general, las personas autistas que no han recibido el diagnóstico de niños, no han presentado problemas de aprendizaje o han respondido bien a la estimulación, logopedia o apoyo escolar, pero hay otros signos para revisar”.
  • Desregulación emocional. “Los individuos con TEA tienen dificultades para regular sus emociones, de modo que la ansiedad social suele ir acompanada de ira. Esto expone aun mas al sujeto a la soledad y el aislamiento. Entre los falsos mitos que hay que disipar sobre el autismo esta la idea erronea de que los autistas solo se sienten comodos en soledad y no les interesa socializar. En realidad, a menudo les gustaria crear nuevas relaciones, pero les resulta dificil hacerlo”, señala Fiorenza Perris.
  • De leve a severo. En las nuevas clasificaciones diagnósticas, contemplan el autismo en grados de severidad en función de las necesidades de ayuda o apoyo: grado 1 (necesita ayuda); (necesita ayuda notable) y 3 (necesita ayuda muy notable).
  • Las señales invisibles. Además de estos grados, las guías médicas incluyen los síntomas sublínicos o subliminales, sin signos detectables. “Personas peculiares o con tendencia a aislarse, pero cuyos comportamientos y peculiaridades no interfieren en su vida diaria o no lo hacen significativamente”. La experta indica que estos síntomas se manifiestan en un contexto limitado y tal vez muchas de estas personas sean familiares de autistas y se entiendan a sí mismos dentro de lo que se empieza a llamar la Condición del Espectro Autista (CEA) o neurodiversidad, palabras que no son terminología médica, pero que se utilizan a menudo entre profesionales y activistas”.
  • Intensidad sensorial. Olores fuertes, luces y destellos, ruidos altos… son grandes enemigos de las personas con TEA. Su umbral para todos estos estímulos es bajo, por lo que reaccionan ante el mínimo.