No es solo cosa de niños, mojar galletas en un vaso de leche es uno de los mayores placeres gastronómicos que disfrutamos incluso más de adultos

Mojar galletas en la leche es la mejor mezcla del mundo: tiene una explicación científica-. Leche con galletas. Pocas combinaciones de alimentos son tan simples y, a la vez, tan profundamente placenteras.
El gesto de sumergir unas galletas en el vaso o taza del lácteo traspasa fronteras culturales, con su carga nostálgica y reconfortante que nos transporta a la infancia.
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Pero, aunque lo consideremos algo infantil, lo cierto es que podemos disfrutar de la mezcla aún más de adultos, con nuestro sentido del gusto desarrollado para apreciar cada matiz en plenitud. Porque si nos encantan mojar las galletas en la leche es porque hay una razón científica detrás.
Ese sentido del gusto, la manera en la que percibimos los alimentos al saborearlos, se produce en el cerebro, e intervienen multitud de factores y procesos muy complejos que la comunidad científica lleva años estudiando para tratar de desentrañar sus secretos.
La ciencia de la gastronomía molecular y el llamado food pairing tienen las claves para comprender por qué hay alimentos y bebidas que, al combinarlos, aunque parezcan opuestos, de repente hacen clic en nuestra cabeza desatando una sinfonía de sensaciones placenteras.
Nos puede parecer una mezcla obvia porque llevamos practicándola y viéndola a nuestro alrededor desde que tenemos uso de razón, pero es la ciencia la que tiene las claves de por qué funciona también.
Para sorpresa de nadie, es la cultura popular estadounidense la que ha impuesto esa dupla de milk and cookies en medio planeta, creando un icono pop más entre tantos otros gracias al boom económico de los años 50.
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Todo está en las moléculas y la textura que también juega un papel importante. Yendo un paso más allá, la leche entraría en la categoría de lo que la ciencia de los alimentos ha bautizado como oleogusto (oleogustus en inglés), un posible ‘sexto sabor’, la capacidad de percibir las grasas, especialmente grasas animales que contienen triglicéridos.
No sería exactamente un sabor fácil de distinguir como el ácido o el dulce, pero nuestro cerebro las capta por su tacto meloso y en cierta manera adictivo, pues nos resulta muy placentero en combinación con los demás.
EO// Información de: Directoalpaladar