Tiempos de lucha entre hermanos y de rivalidades que enfrentaban a los jefes comulgantes por la libertad
LUIS EDUARDO MARTINEZ: DE LA PUERTA A CARABOBO. Recorro el país otra vez. Son veinticinco ciudades que visitaré en veinte días promoviendo la unidad entre todos los sectores de la vida nacional que sueñan con un cambio en paz y en defensa del Esequibo.
Inicio mi periplo por San Juan de Los Morros y de regreso paro en La Puerta de los Llanos, de tan trágicos recuerdos en la guerra de la independencia. A un costado, el río Guárico que se tiñó de rojos en tres ocasiones cuando los ejércitos patriotas fueron derrotados por las fuerzas del Rey de España: Boves venciendo a Campo Elías en 1814; Boves otra vez, meses después, arrollando a Mariño; Morillo, Miguel de la Torre y Morales en 1818 destruyendo las tropas que comandaba el mismísimo Bolívar.
Tiempos de lucha entre hermanos y de rivalidades que enfrentaban a los jefes comulgantes por la libertad.
Horas después, seguí de largo en Valencia hasta el Campo de Carabobo. 1814 y 1821 fueron testigos de dos rutilantes victorias de los soldados liderados por El Libertador contra los comandados por Miguel de la Torre.
En La Puerta sobrecoge el recordar a los muchos que murieron; en Carabobo inspira el evocar el griterío de los hombres triunfantes. Piedras de La Puerta soportan al Monumento de la Batalla de Carabobo, fusionándose en el llamado Altar de la Patria.
De la primera batalla de La Puerta a la segunda Batalla de Carabobo pasaron años de incontables sacrificios, con centenares de miles de asesinados, arruinada la economía, desplazados pueblos enteros. De la derrota a la gloria la constancia y la unidad fueron la diferencia.
“Dios concede la victoria a la constancia” señaló Bolívar en el Manifiesto de Carúpano al explicar las causas de la caída de la II república.
La unidad no fue fácil, la unidad de tropas y de mando que obligó incluso al fusilamiento de un héroe sin par, el general Piar. “Han derramado la sangre de Abel” dicen que exclamó Bolívar al escuchar la descarga de fusilería que en Angostura segó la vida de valiente curazoleño. “La sangre de Abel”, la sangre de un hermano, todo fuese por la unidad.
Hoy Venezuela demanda una nueva cruzada, de hombres y mujeres dispuestos a escribir historia buena, con constancia, sin rendirse, en unidad, que en los próximos meses forjen, en paz que en paz debe ser, una nueva nación, de bienestar generalizado, de oportunidades a granel.
Venezuela puede ser sino el mejor, uno de los mejores países del mundo, he afirmado una y otra vez pública y privadamente y no me cansaré de vocearlo.
En San Juan de los Morros, en plenaria de dirigentes locales, rememoré a Antonio Pinto Salinas, secretario general de Acción Democrática, torturado y ejecutado en tierras guariqueñas por esbirros de una dictadura: un mártir civil que tenemos muchos, digno de emular.
Que nuestro pasado nos ilumine en la forja de un mañana mejor que así será.
Por: Luis Eduardo Martínez
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