Los niños no entienden el peligro, son impulsivos y se arriesgan sin calcular los resultados

La infancia Una etapa de descubrimiento constante y vulnerabilidad extrema-. Los niños pequeños exploran el mundo con curiosidad, sin comprender los riesgos que los rodean. Por eso, la supervisión activa de un adulto no es opcional, es vital. No basta con “estar cerca”, sino con estar atentos, anticipar peligros y crear entornos seguros.
Un simple dulce, una pieza pequeña de juguete o un alimento mal cortado puede convertirse en una amenaza silenciosa. Como ciudadanos responsables, debemos entender que cuidar a un niño es una tarea que requiere presencia, conocimiento y compromiso. La tragedia de perder una vida por algo evitable debe impulsarnos a educar, prevenir y actuar con responsabilidad.
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Ante una situación de atragantamiento, cada segundo cuenta, lo primero es mantener la calma y actuar con rapidez. Si el niño está tosiendo, llorando o puede hablar, es señal de que aún hay paso de aire: en ese caso, se debe animar a que siga tosiendo.
Pero si no puede respirar, hablar o está perdiendo el conocimiento, se deben aplicar maniobras de primeros auxilios. Para menores de tres años, se recomienda colocar al niño boca abajo sobre el antebrazo y dar cinco golpes firmes entre los omóplatos. Si no hay respuesta, se alternan cinco compresiones torácicas.
Es fundamental que todos los cuidadores, padres y personal en espacios públicos reciban capacitación básica en primeros auxilios. Además, contar con acceso rápido a servicios médicos puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. La prevención comienza con la educación, y la acción salva vidas.
EO/// Redacción de Heidi Campos