La crisis climática ya está aquí, y su impacto es palpable. Es momento de actuar con decisión, responsabilidad y en unidad

La crisis climática nos golpea ahora: Desde Mérida hasta el Orinoco-. Nuestro planeta está enviando señales de alarma innegables. Las alteraciones climáticas sin precedentes ya no son una amenaza futura, sino una cruda realidad que se manifiesta en fenómenos extremos cada vez más severos. Desde olas de calor infernales que asfixian ciudades europeas y estadounidenses, hasta inundaciones devastadoras que anegan hogares en Texas y Nuevo México, el clima extremo está poniendo a prueba nuestra resiliencia global y la capacidad de nuestros sistemas de emergencia.
Aquí en Venezuela, somos testigos directos de esta crisis. De Mérida al Orinoco, las lluvias erráticas e intensas se han vuelto la norma, dejando una profunda huella. Mérida, con su geografía montañosa, sufre inundaciones y deslaves recurrentes, poniendo en riesgo a comunidades enteras. Y quizás el símbolo más doloroso y contundente de esta realidad es la desaparición oficial del glaciar La Corona (o de Humboldt) en mayo de 2024, convirtiendo a Venezuela en el primer país de la era moderna en perder la totalidad de sus glaciares, una advertencia sombría y urgente para el resto del mundo sobre la velocidad del derretimiento global. Además, el alarmante aumento del caudal del río Orinoco en los estados Bolívar y Amazonas subraya la magnitud de la crisis hídrica que enfrentamos.
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¿Por qué se calienta y desborda nuestro planeta? La respuesta es clara: la actividad humana. La quema masiva de combustibles fósiles desde la Revolución Industrial ha liberado cantidades sin precedentes de gases de efecto invernadero, atrapando el calor y desequilibrando nuestro sistema climático. Esta energía adicional en la atmósfera no solo eleva las temperaturas extremas, sino que también intensifica las lluvias, volviéndolas más destructivas.
Frente a esta realidad ineludible, la acción es impostergable, y debe ser global y coordinada.
Es urgente una transición energética radical y acelerada. Debemos abandonar nuestra dependencia de los combustibles fósiles e invertir masivamente en energías renovables como la solar y la eólica. Simultáneamente, es fundamental proteger y reforestar nuestros bosques, que actúan como sumideros de carbono vitales, y adoptar prácticas agrícolas y ganaderas sostenibles.
A nivel local, debemos enfocarnos en construir resiliencia. Esto implica mejorar los sistemas de drenaje urbano, planificar nuestras ciudades inteligentemente para evitar zonas de riesgo y desarrollar sistemas de alerta temprana eficientes.
Cada acción cuenta. Desde el uso del transporte público hasta la educación ambiental, cada decisión individual suma a la solución colectiva. La crisis climática ya está aquí, y su impacto es palpable. Es momento de actuar con decisión, responsabilidad y en unidad, para proteger nuestro planeta y asegurar un futuro sostenible para las próximas generaciones.
EO // Redacción Luis Molino