Su aparente quietud esconde un impacto colectivo silencioso pero significativo, que puede generar cambios involutivos en la ciudadanía
Inercia humana: La pasividad como parálisis del progreso social

Inercia humana: La pasividad como parálisis del progreso social.- Las personas inertes son individuos caracterizados por una profunda pasividad y desconexión crónica; representando un fenómeno en nuestras sociedades contemporáneas.

Va más allá de la introversión o cansancio puntual, es una actitud primordial y permanente de desvinculación. Su aparente quietud esconde un impacto colectivo silencioso pero significativo, que puede generar cambios involutivos en la ciudadanía.

Psicológicamente, la inercia prolongada disfraza la desesperanza aprendida, miedo al fracaso o una desconfianza profunda en el sistema. No obstante, esa postura alimenta el aislamiento y la percepción de impotencia individual y colectiva. Creando una indiferencia o climas sociales apáticos donde pocos impulsan sus accionen o cuestionan un status quo, por injusto que sea.

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¿Cómo revertimos la tendencia?

Urge fomentar la educación cívica desde edades tempranas, destacando el poder de la agencia individual en el cambio colectivo. Crear canales de participación accesibles y con impacto visible es crucial. Reconectar a las personas inertes requiere demostrar que su acción, por corta que sea, sí marca la diferencia en su entorno inmediato y ampliado.

La sociedad no puede permitirse el lujo de la desconexión masiva. La inercia humana colectiva es el caldo de cultivo perfecto para la perpetuación de injusticias y el declive comunitario. Reactivar el compromiso cívico, valorar la participación activa y combatir la indiferencia no es solo deseable, sino esencial para construir un futuro más resiliente y justo para todos. El antídoto es la acción consciente y colectiva.

EO// Redacción Víctor Hugo Rodríguez