En Venezuela la Conferencia Episcopal planteó hace más de un año la
necesidad de refundar la República explicando las razones y señalando
caminos posibles para lograrlo

El Cristianismo ha sido fundamental para el desarrollo de la humanidad a lo
largo de la historia. No se necesita ser un experto en el pasado para
aceptarlo. Pero lo cierto es que, a pesar de ser muy diferentes las realidades
de las diversas partes del mundo, su presencia y actuaciones han sido
determinantes en todos los continentes.
En Venezuela la Conferencia Episcopal planteó hace más de un año la
necesidad de refundar la República explicando las razones y señalando
caminos posibles para lograrlo. En el momento actual el planteamiento se ha
fortalecido, a pesar de la calculada ignorancia de algunos al respecto. Sin
embargo, hay un creciente anhelo de cambio profundo en cerca del 90% de
los venezolanos. El problema está en que esa voluntad aún no tiene un
liderazgo organizado para el fin que se busca. Demasiada dispersión y
calculadas discrepancias de buena o mala fe. Ello contribuye a fortalecer a un
régimen pésimo, con graves problemas internos, pero que no vacila en apelar
a lo peor para impedir o, al menos, retrasar el inevitable proceso que se
avecina. 23 años de esta horrible experiencia del “socialismo del siglo XXI”
han sido más que suficientes. El régimen lo sabe y está dispuesto a actuar.
La inquietante pregunta es hasta donde estamos dispuestos a actuar
nosotros para alcanzar el objetivo. Es conocido, repetido por mí en varias
oportunidades, que aún tenemos varias asignaturas pendientes en torno al
ejercicio activo de la política, el funcionamiento de los partidos nuevos y
viejos y los fines concretos de la democracia que orienten la prédica
necesaria. Esto es muy importante cuando tenemos un régimen ilegítimo,
totalmente ajeno a sus obligaciones constitucionales y legales.

Con relación a lo planteado, ratificamos nuestro deseo por alcanzar una
verdadera y honesta unidad. Dejamos claro que UNIDAD no puede
confundirse con complicidad. No puede serlo. Lo impiden nuestras
convicciones y unas trayectorias que tenemos la obligación de honrar.
Si todo esto es válido para Venezuela, tanto o más importante, lo es para un
país como Nicaragua. Una vez más la Iglesia Católica levanta la bandera de
esos valores y principios incompatibles con el gobierno del matrimonio
Ortega. La arremetida en contra de las monjas que ya fueron expulsadas y los
retos y agresiones directas a prelados tan importantes como el Obispo
Álvarez unos cuantos más, nos obligan a pronunciarnos.
Los agredidos tienen la solidaridad del mundo democrático entero, aunque
en América Latina hay graves indefiniciones que podrían convertirse en
silencios cómplices. No quiero especular antes de tiempo, pero estamos en
una expectativa muy vigilante de cuento sucede. Lo posición del Presidente
colombiano Gustavo Petro será muy importante para el diagnóstico
definitivo. La del Papa Francisco, tardía y sin tocar fondo alimenta la
incertidumbre.

DESDE EL PUENTE

Lunes, 29 de agosto de 2022
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