Desde luego, están en juego miles de millones de dólares en esto. Pero en su esencia, el deporte debe ser diversión
El deporte chocó con la política y el racismo en 2022. Hay en teoría un acuerdo no escrito entre los aficionados al deporte y sus equipos o atletas favoritos.
Desde luego, están en juego miles de millones de dólares en esto. Pero en su esencia, el deporte debe ser diversión, juego, un menú interminable de escapes de dos o tres horas, desde la realidad hacia una tierra de ganadores y perdedores donde nadie se hace daño de verdad.
Para muchos fanáticos, esa visión siguió cambiando en 2022, como había comenzado a ocurrir el año previo y el anterior. Una evaluación más precisa indicaría que el deporte no es tanto un escape de los problemas del mundo sino simplemente otra ventana que permite contemplarlos.
Difícilmente pasó un día de 2022 en el que un titular no haya podido aparecer lo mismo en la sección de deportes que en la de noticias generales. La intersección fue de los ambientes laborales tóxicos a las acusaciones de delitos sexuales pasando por el uso de los deportes con fines políticos, las criptomonedas, los derechos de las personas transgénero y la pandemia de COVID-19, con un aderezo de dopaje, geopolítica, hipocresía y corrupción.
La noticia deportiva del año para la AP versó sobre la basquetbolista Brittney Griner, cuyo plan de viajar a Rusia para jugar durante el descanso en Estados Unidos terminó en una batalla diplomática entre los líderes de los dos países. Griner fue sentenciada a nueve años de prisión por poseer una cantidad menor de aceite de hachís, que es ilegal en Rusia. Sobrevinieron meses de negociaciones tensas.
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Al final, Griner fue liberada en un intercambio de prisioneros. La última palabra en ambos equipos negociadores provino nada menos que de los presidente Joe Biden y Vladimir Putin.
El líder ruso ha buscado usar el deporte para proyectar la fuerza de su nación, como han hecho muchos en el mundo. Comenzó el año apareciendo junto al primer ministro chino Xi Jinping. Ambos usaron los Juegos Olímpicos para dar realce a su sociedad en el escenario mundial.
Poco después de esos Juegos, Rusia invadió Ucrania. La comunidad deportiva comenzó a lidiar entonces con la pregunta de si debía permitirse que los atletas rusos compitieran en eventos internacionales, a veces contra deportistas ucranianos.
“Pienso que es bastante simple”, dijo en noviembre Sebastian Coe, jefe de World Athletics, cuando se le preguntó qué haría falta para que los rusos volvieran a las pistas pronto. “Salgan de Ucrania”.
Al cierre del año, sin que el final de la guerra pareciera cercano, la postura de Coe difícilmente es la mayoritaria entre los líderes deportivos. Muchos de esos dirigentes, en tanto, lograron que sus deportistas volvieran a salvo de China, donde convergieron 2.800 competidores, más dirigentes y periodistas para los Juegos Olímpicos Invernales de Beijing, sin que se presentara un brote grave de COVID-19.
EO// Con información de Los Ángeles Times