Hoy en día, con el auge de las pantallas, mensajes y agendas que no paran, los espacios públicos se han vuelto algo así como rincones invisibles, están para nosotros, pero ya no lo frecuentamos, nos olvidamos de sentarnos en un banco a leer un buen libro y observar la naturaleza

Cuidar lo que es de todos es una forma de querernos entre nosotros-. Los espacios públicos como plazas y parques donde los niños corren, los abuelos y las parejas charlan, las calles que recorremos, las bibliotecas que nos abren las puertas sin pedir nada a cambio, etc. Esos lugares no son solo de concretos, asfalto o bancas, son el corazón de vida de una comunidad.
Por lo tanto, basta con salir para darse cuenta de que algo anda mal: basura tirada, paredes rayadas, bancas rotas, música a todo volumen, a altas horas, césped pisoteado, donde antes había flores, son señales de que, poco a poco, hemos ido perdiendo esa conexión con lo que compartimos; como si lo público fuera de nadie.
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Recoger los desechos, en vez de dejarlos en el suelo, escuchar música a un moderado volumen, participar en una jornada de limpieza del parque o la plaza, denunciar si vemos que alguien daña algo que es de todos, son acciones sencillas, que desafortunadamente casi son invisibles, pero que poniéndolas en prácticas juntas, tejen una cultura de respeto y de pertenencia.
No se trata de seguir reglas o normas, sino de sentir que los espacios públicos nos pertenecen, y que merecen cariño, atención y respeto para mantenerlos aseados y embellecidos.
EO/// Redacción: Victor Rojas
