Muchos han optado por sustituir la carne de res por otros derivados animales como recortes, alas, carapachos y patas de pollo, considerados opciones más asequibles y rendidoras

Comer carne, un lujo que pocos pueden acceder. En la ciudad de Maturín se enfrenta a una dura realidad: el elevado precio de la carne de res y cerdo ha transformado lo que solía ser un alimento básico en un verdadero lujo para los residentes.

Familias enteras han tenido que adaptarse, reemplazando la tradicional proteína por alternativas más económicas y buscando maneras creativas de estirar sus presupuestos en un intento por mantener la alimentación de sus hogares.

Durante un recorrido por el Mercado Viejo de Maturín, se pudo constatar el impacto directo que esta situación ha tenido en las familias locales. Muchos han optado por sustituir la carne de res por otros derivados animales como recortes, alas, carapachos y patas de pollo, considerados opciones más asequibles y rendidoras. Las carnecerías de la ciudad no han escapado a esta realidad.

Se ven obligadas a buscar estrategias para aumentar sus ventas, las cuales han experimentado una preocupante disminución en las últimas semanas.

Según los propios comerciantes, ciertos días específicos, como los de pago de quincena o bonos especiales, representan una leve mejoría en sus ventas.

En medio de este panorama, los testimonios de los residentes pintan un cuadro desafiante. Durley Maza, habitante del sector los cortijos, comparte su experiencia: “En mi casa somos seis personas y a menudo optamos por comprar pollo picado u otros derivados en lugar de carne de res, debido a su creciente precio. La gente se ha acostumbrado a buscar lo más económico y lo más rendidor”.

Por su parte, Daniel Rincones destaca la lucha diaria de las familias para adquirir alimentos en un contexto económico adverso: “Siempre debemos buscar cómo comprar las cosas, pero se ha vuelto muy cuesta arriba para las familias del estado Monagas. Muchos se ven obligados a optar por lo más barato disponible en el mercado y comparar precios exhaustivamente”.

A pesar de que algunos prefieren recurrir a las bodegas populares en busca de opciones más accesibles, otros aún confían en las carnicerías locales para abastecerse de proteínas. La comunidad se ve obligada a adaptarse y encontrar soluciones creativas ante un desafío que parece lejos de resolverse.

EO// Redacción de: Durfelix Rivas