La realidad del mundo en el que nos encontramos es bien sencilla y dura: hay guerras por todos los continentes y algunos países tienen acceso a armas nucleares. En nuestro caso tenemos a Rusia amenazando con ellas constantemente… y los científicos advierten.

Científicos predicen las catastróficas consecuencias de un invierno nuclear en caso de guerra. «Si estallara una guerra nuclear, no estarías a salvo en ningún lugar de nuestro planeta». Este es el mensaje que nos recuerdan periódicamente los expertos. Porque, aparte de los daños directos causados por las explosiones, no hay que minimizar los efectos indirectos de las bombas nucleares. Un invierno nuclear amenazaría a todo el planeta. Incluso en el caso de una pequeña guerra nuclear regional, como la que podría desatarse en Ucrania si Rusia acaba por utilizar dicho armamento (llevan hablando de hacerlo ya meses). El peligro de una explosión nuclear es real. En agosto de 1945, dos bombas nucleares fueron lanzadas sobre Japón, como todo el mundo recuerda: en Hiroshima. Ese día el mundo supo del poder devastador de estas armas. Solo unos segundos para acabar con cientos de miles de vidas.

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Para comprenderlo mejor, investigadores de la Universidad de Rutgers (Estados Unidos) se propusieron recientemente determinar la cantidad de partículas que podrían expulsar a la atmósfera las bombas nucleares. Imaginaron el estallido de un conflicto regional entre India y Pakistán. En primer lugar, una guerra de tres días con un centenar de bombas de 15 kilotones mataría directamente a unos 27 millones de personas. Y en segundo lugar, las explosiones nucleares lanzarían a la atmósfera unos 5 millones de toneladas de hollín: cinco veces más que los megaincendios que asolaron Australia en 2020. Los modelos muestran que una vez que este polvo llega a la atmósfera superior, puede permanecer allí durante semanas. Aumentando la temperatura de la estratosfera. Hasta 30°C durante cuatro años, según el escenario de guerra nuclear regional mencionado anteriormente.

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Incluso en el caso de una guerra nuclear regional, cabría esperar escasez de alimentos durante cinco años en casi todos los países del mundo. Una vez agotadas las reservas, el total de calorías disponibles descendería drásticamente, poniendo a millones de personas en riesgo de inanición o malnutrición. De esta forma y con este panorama, lo que queda claro es que un invierno nuclear es mucho más que la gente que pueda morir en las explosiones. El verdadero problema son las consecuencias indirectas en el clima, con lluvia ácidas, bajada de temperaturas, ausencia de sol y escasez de alimentos. Ahí morirían miles de millones de personas y no habría lugar donde escapar.

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