En tiempos de polarización, el civismo global se construye con actos como estos. Se trata de reconocer la dignidad del otro, incluso cuando ese otro viene de “el otro lado”

Cuando el abrazo vence al conflicto: gestos de paz que conmueven al mundo-. En un mundo marcado por divisiones políticas, guerras prolongadas y tensiones diplomáticas, hay gestos que logran atravesar fronteras y tocar el corazón de millones. Son momentos breves, espontáneos, pero profundamente simbólicos. Y lo más importante: nacen de ciudadanos comunes, no de tratados ni discursos oficiales.
Uno de los ejemplos más recientes ocurrió en el festival de música electrónica Tomorrowland, en Bélgica. En medio de la multitud, un joven palestino se acercó a un grupo de asistentes que portaban banderas israelíes. “¿Puedo darte un abrazo?”, preguntó. El israelí, DJ Idan Nadal, respondió con un sí rotundo. El abrazo fue largo, sincero, y quedó registrado en video. “Este no es un lugar de odio”, dijo el palestino. En medio de la guerra en Gaza, ese gesto se convirtió en un símbolo de esperanza.
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Otro momento histórico se vivió en los Juegos Olímpicos de París 2024. Durante la premiación en dobles mixtos de tenis de mesa, atletas de Corea del Norte y Corea del Sur —dos países técnicamente en guerra— se tomaron una selfie juntos en el podio. El surcoreano Lim Jong-hoon, con una sonrisa, extendió su teléfono. Los norcoreanos Kim Kum-yong y Ri Jong-sik aceptaron con naturalidad. El público aplaudió. La imagen se viralizó como una muestra de que el deporte aún puede unir lo que la política separa.
Estos gestos no resuelven conflictos, pero sí los humanizan. Nos recuerdan que detrás de las banderas hay personas, y que la paz no siempre empieza en los despachos: a veces nace en un abrazo, una foto, una mirada de respeto.
En tiempos de polarización, el civismo global se construye con actos como estos. Se trata de reconocer la dignidad del otro, incluso cuando ese otro viene de “el otro lado”.
EO // Redacción de Luis Molino