Es un silencio ruidoso en la conexión
El eco silencioso de un “entonces”

El eco silencioso de un “entonces”- El lenguaje es un tejido complejo, y hay palabras que, por su aparente inocencia, esconden un abismo de significado. Una de ellas, para mí, es el humilde pero potente “entonces”. No hablo de su uso como conector lógico o temporal, sino de ese “entonces” que llega al final de una oración, en un tono que implora, que reprocha, que exige. Es una palabra que, lanzada al aire, puede ser el golpe final que desvanece una conexión.

Desde un punto de vista crítico, este “entonces” es una navaja de doble filo. A menudo, surge de la impaciencia, de la frustración ante una expectativa no cumplida. Es el intento de forzar una resolución, de empujar al otro hacia una conclusión que quizás no está lista para formular. “Me contaste todo eso, ¿y entonces qué?”. Esta frase, aparentemente inofensiva, puede ser una interrupción brusca de un proceso interno. La persona que habla puede estar procesando sus pensamientos, emociones o experiencias. Al ser interpelada con un “entonces”, se siente presionada, su espacio mental es invadido. Se percibe una demanda tácita de una respuesta inmediata, una solución o una justificación, lo que puede coartar la espontaneidad y la autenticidad del diálogo.

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Pero más allá de la crítica, hay un profundo significado emotivo en este “entonces”. Cuando alguien te comparte algo íntimo, una preocupación, una alegría, una duda, está tendiendo un puente, una invitación a la empatía y la comprensión. Están abriendo una ventana a su mundo interior. Ese acto de compartir es un regalo, un acto de vulnerabilidad. Y cuando la respuesta es un lacónico “¿y entonces qué?”, ese puente se desploma.

La conexión se rompe porque se percibe una falta de resonancia. Es como si el oyente no estuviera realmente escuchando, sino esperando un desenlace. Se pierde la oportunidad de explorar la profundidad de lo compartido, de validar las emociones, de ofrecer un hombro o simplemente de estar presente. En ese “entonces” se esconde una impaciencia por pasar a la “siguiente fase”, sin reconocer la importancia del proceso. La persona que compartió se siente invalidada, como si su experiencia no mereciera ser contenida, solo resuelta. Es un golpe a la confianza, un recordatorio de que no todas las historias tienen que tener un final predecible o una moraleja.

En lugar de un “entonces”, anhelo un “cuéntame más”, un “entiendo”, un “cómo te sientes con eso”. Palabras que abran la puerta a la continuidad, a la exploración conjunta, a la verdadera conexión humana. Porque a veces, lo más valioso no es la solución, sino el espacio compartido en el viaje.

EO// Redacción: Nangelys Gamboa